divendres, 15 d’octubre del 2010

El camino hacia la belleza (Haciendo historia)

     Con la caída del Imperio Romano, la inestabilidad y la guerra acaparan toda Europa. Estas son guerras sin vencedores pero con pérdidas humanas, territoriales y culturales. Finalmente los siglos de muerte y sufrimiento acaban y, por primera vez en mucho tiempo, la gente se para a mirar lo que ahí a su alrededor. La desolación se encontraba en todas partes.


     Durante las guerras los pocos vestigios de arte eran el románico y el gótico. El románico fue un estilo profundamente influenciado por la manifestación de la fe cristiana. Una manifestación de fe que dotaba a la pintura de un carácter adoctrinador. Estas eran representaciones planas, estereotipadas y carentes de cualquier innovación técnica. Más que arte era una simple materialización pictórica de sermones católicos. Con el gótico aparecen mejoras técnicas, los trazos se tornan más vistosos, las representaciones se contextualizan en un fondo... etc. Aun así el arte continúa con su carácter adoctrinador. Carácter que impide al artista alcanzar la perfección técnica e ideológica necesaria para convertir manchas de pintura en arte.
     Gracias a la llegada de la paz los recursos antes destinados a la guerra se centran en la cultura. Es ahora cuando surgen las teorías humanistas y con ellas una nueva visión del mundo. El hombre es el eje de la política, la economía y el arte. Este nuevo ideario crea una confrontación entre los artistas contemporáneos y los estilos medievales.
     En este momento, el artista se encuentra huérfano de cultura. La sociedad se ha pasado muchos siglos en guerra y los estilos medievales son rechazados. Este hecho será el que creara un vacio en el artista, quien acabara buscando inspiración en algo más antiguo que las guerras: la cultura clásica.
     Junto a las ruinas de los templos clásicos el artista encuentra vestigios de un arte basado en los preceptos de equilibrio, luminosidad y perfección. Gracias a los manuscritos antiguos el artista descubre como los griegos ansiaban la belleza y como llegaban hasta ella mediante numerosos estudios sobre la proporción y simetría del cuerpo humano.
     En los manuscritos clásicos el artista encuentra quien le habla de belleza y él condenado como estaba a las bruscas representaciones medievales, se deja convencer. Así nació el Renacimiento. El renacer de la virtud sobre lo estereotipado, de la belleza frente a la hosquedad, de la virtud frente a la tosquedad.
     Con el Renacimiento. La belleza lo adueña todo. Los encargos empiezan a dejar paso a las pretensiones estilísticas en detraimiento del mensaje adoctrinador. La Iglesia rehusara de la transmisión de mensajes directos, no tanto por deseo propio sino del contexto de la época.
     Las representaciones planas de los personajes católicos comenzaran a adquirir textura y profundidad bajo los preceptos clásicos. La belleza y equilibrio llegaran hasta las representaciones eclesiásticas mostrándonos a hombres musculosos y esbeltos además de mujeres de rostros angelicales y puros. Los paisajes tendrán un mayor protagonismo. En estos paisajes la luz lo acapara todo, y las colinas verdes se convierten en el fondo preferido de los renacentistas.

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