divendres, 29 d’octubre del 2010

Caravaggio y la falta de decoro.

Una actuación indecorosa es aquella que se hace sin la honorabilidad que se debe, en principio, a una persona por motivos de nacimiento. ¿Por qué me molesto en explicar esto? Porque la falta de decoro será el principal fundamento de la siguiente revolución artística. Veamos un ejemplo:

A la izquierda vemos la obra “La muerte de la Virgen” de Bartolome Bermejo, y a la derecha vemos “La muerte de la Virgen” en esta ocasión de Caravaggio. Estas dos pinturas no sólo comparten título sino también escena, protagonistas, e historia. Aun así no podían transmitir sensaciones más diferentes. ¿A qué se debe este hecho? Claro está, a la falta de decoro.
En la obra de Bermejo aparece toda la parafernalia propia de la religión católica; los alos de luz en la cabeza, la Deidad que corona la composición e incluso la aparición de ángeles. Por su parte, Caravaggio renuncia a toda esta ornamentación, él basa su pintura en una mujer muerta rodeada de personas que la velan. No hay rastro alguno de espiritualidad en el cuadro de Caravaggio.
Bermejo representa una muerte llena de luz, magnifiencia y pomposidad, es decir, llena de respeto, pues es el fallecimiento de la figura clave de la religión católica. Pero la obra de Caravaggio carece de todo ese decoro. Lo único que indica que esa es la muerte de la Virgen Maria es el título. 
Todas estas diferencias vienen a corroborar una evolución artistíca dirigida al realismo. Un realismo que lleva a Caravaggio a despojarse de la belleza idealizada del renacimiento y representar toda la crueldad de la muerte incluso tratándose de un cuadro religioso.
Este cuadro en pleno siglo XVI fue un auténtico escándalo. Pensar que la Virgen María podía haber muerto pálida y rígida como cualquier persona era ofensivo para la Iglesia. A esto cabría añadir el rumor de que el modelo en el que se basa la figura de la Virgen es el de una prostitua muerta y el de los apóstoles en mendigos.

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